majestuosidad de años
Hace exactamente 200 años, el viernes 7 de mayo de 1824, en el majestuoso Teatro Porta Carinzia de Viena, sonaron por primera vez las notas de la Novena Sinfonía en re menor de Ludwig van Beethoven. Un acontecimiento épico y fundamental, que marcará para siempre la historia de la música, regalándonos una composición inmortal, entre las obras de arte más bellas que la humanidad haya concebido. Su gestación fue larga y compleja: comenzó ya en 1793 cuando el joven Beethoven, inspirado en la oda "An die Freude" de Friedrich Schiller, comenzó a desarrollar la idea de una sinfonía que celebrara la alegría y la fraternidad humana. La composición tomó forma muy lentamente en los últimos años de la vida de Beethoven, marcados por la dolorosa paradoja de una inspiración artística extraordinaria y una sordera creciente, que ya era total la noche de la primera representación. Es realmente increíble pensar que el autor de una música tan sublime nunca la haya escuchado con sus propio...